Restaurante Uliveiras (Hospedería Conventual Sierra de Gata/San Martin de Trevejo/Cáceres)

Horror en un entorno magico

La llegada a la Hospedería Conventual Sierra de Gata en San Martin de Trevejo es todo un espectáculo, precioso e imponente el convento Franciscano de San Miguel y su Iglesia que dominan sobre una loma la preciosa población. Pero nada más traspasar su puerta se le ponen a uno los pelos de punta, todo un compendio de como destrozar el patrimonio de todos los extremeños bajo la excusa de las palabras, arquitectura moderna, de vanguardia, contemporánea o como quieran llamarle.

El claustro, uno de los lugares más hermosos y agradables de todo convento, donde me imaginaba poder disfrutar de una deliciosa noche al aire libre, han tenido la maravillosa idea de cerrarlo con una estructura metálica desigual que sujeta una cristalera que lo cubre por completo. Para colmo semejante horror lo único que consigue es dar un calor insoportable a la estancia por un sol de justicia que pega sobre un mármol negro y brillante (que no hay quien consiga mantener limpio) y que como es lógico el aire acondicionado no puede sofocar. Toda esta maravilla arquitectónica, provoca además un insoportable eco que afecta a muchas de las habitaciones. En el centro del mismo un cubo de madera, por supuesto del imprescindible color wengue, que hace las veces de cafetería, con unas mesas imposibles y unas insoportables e incomodas sillas de áspera tela de fieltro, ideal para el clima helador habitual de nuestra tierra. Todo rematado con preciosos cuadros desplegados por todo el complejo, por supuesto igual de modernos para no desentonar. 

Con la iglesia del convento, restaurante temporal mientras se remataba la sala para su apertura, no quiero hacer mucha sangre, pero la más hortera discoteca de Benidorm es bastante más elegante. 

Casi siete millones de euros del dinero de todos los extremeños se han dejado en esta aberración, pero no es el foro para seguir detallando mis valoraciones arquitectónicas entre otras cosas porque no les extrañe que encima el señor arquitecto haya recibido el premio Telefunkenvolkswagentyssenkrupp de la revista especializada de turno. Aun así solo por el entorno y esa hermosura de jardín junto a la piscina mirando a San Martin a los pies de su monte Jálama (Xálima en a fala), es más que suficiente para justificar una visita.

Después de terminarse la rehabilitación nadie sabe porque llevaba sin inaugurarse más de dos años, imagino que a los politicuchos de turno, verdaderos responsables, les daba vergüenza enseñar en que se habían gastado nuestro dinero. No llevaba ni un mes abierto y pese a la amabilidad del servicio estaba todo demasiado verde incluso en el restaurante del que posteriormente me entere que todavía no disponían de jefe de cocina, por lo que inevitablemente la cena resulto desastrosa.

No tenían la mayor parte de la carta y entre las pocas opciones comenzamos con lo único decente de la noche un correcto ajo blanco que nos sirvieron de aperitivo. Tomamos una básica y demasiado habitual en las cartas de media Extremadura, ensalada de rulo de cabra gratinado con mermelada de tomate, y un absolutamente impresentable guiso de cordero con almendras, las piedras del convento estarían posiblemente mas tiernas que esta carne. Esperamos ya dispongan de jefe de cocina y pronto consiga el nivel de sus hermanos.

Como la repostería también andaba escasa decidimos ahogar las penas con un gin-tonic y despejar nuestra mente de tanto arte moderno en el lugar mas encantador de toda la Hospedería su maravilloso velador sobre la piscina, disfrutando de una preciosa noche con las luces de San Martin al fondo y aquí si, por fin, mirando las estrellas.